Esta obra pertenece a Murillo y está pintada al óleo sobre lienzo, dentro del barroco español.
En el cuadro están dos niños que con sus ropas raídas y con sus gestos de glotonería comen fruta (uvas y melón). Los detalles están creados a la perfección creando así una sensación de realidad y naturalidad. La pincelada comienza a adquirir una mayor soltura y los efectos de transparencia empiezan a surgir gracias a su contacto con otros autores y formas de pintar.
La línea diagonal barroca, como eje compositivo, aparece en todos ellos. En este caso, la línea es doble: una va de la uva al melón, y la otra une las dos caras de los niños. La luz, entra por la izquierda del cuadro; se produce un juego de luces y sombras tenebristas sobre un fondo oscuro bastante neutro (aún influido por el tenebrismo), con la atención fijada en el bodegón de frutas y en los niños.
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